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Existe una disociación entre el entorno que nos rodea, que percibimos y experimentamos en el día a día con nuestros sentidos, y los mapas y representaciones teóricas de científicos, geógrafos o políticos: desde lo cuantitativo, hablan de un modelo al que es difícil sentir que pertenecemos: ¿Cómo acortar esa distancia entre el territorio y los mapas, entre nuestra experiencia cotidiana de los lugares -lo que experimentamos con los sentidos- y las representaciones que hacemos de los mismos?

Me interesa explorar el dibujar como una práctica de referencia en los procesos capaces de reconectar nuestra experiencia cotidiana en el territorio con las formas de representarlo. Dibujar es una práctica creativa que, desde la exploración subjetiva y sensible, puede contribuir a que repensemos nuestros vínculos con el territorio, para reaprender a mirarlos con lógicas menos extractivistas.

Siguiendo esta línea, he tratado de explorar formas de representar un territorio de

manera cercana, accesible, y de modo que represente nuestras vivencias en él. En

la primera parte de la serie, he empezado descomponiéndolo en sus elementos,

poniéndolos al mismo nivel como si fueran, de alguna manera, intercambiables:

una fachada, una carretera, un árbol, un muro, un campo, un bosque, un río, un

tejado, un camino: en cierto modo componen el comienzo de un pequeño Atlas de

elementos del paisaje.

En la segunda parte de la serie, he trabajado en un formato menor y he tratado de

explorar, en un camino quizá paralelo, cómo esta descomposición del paisaje en

piezas podía dialogar con los caminos del agua en el territorio-papel,

mezclando ambos lenguajes.

Se trata de un trabajo en proceso, todavía en fase de exploración, que abre caminos para seguir trabajando en maneras diferentes de representar y de mirar los lugares.